25 dic 2007

El consumismo riñe con el cristianismo

El cristiano que ha experimentado el nuevo nacimiento por medio de la obra del Espíritu Santo está llamado a sostener una convicción crítica acerca de su estadía en este mundo, así como de la naturaleza de sus intereses durante su peregrinar.

Es cierto que existieron verdaderos hombres de Dios, llenos del Espíritu, que vivieron en la abundancia y plenitud de riquezas, aunque no sin antes haberse curtido en el trabajo arduo, y sufrido escasez y sacrificios. Tal es el caso de José, hijo de Jacob, quien luego de ser vendido como esclavo y sufrir el aislamiento de un calabozo por las mentiras de una mala mujer, pasó a ser el segundo hombre del vasto imperio egipcio. Igual orígen plantea el exito de David, hijo menor de un pastor de ovejas de la región, y quien llegó a ser el primer rey genuino de los israelitas, ratificado por voluntad divina [planteo ambos casos porque suelen ser la referencia usual de algunas personas que alegan haber encontrado la solución conciliatoria entre la fe y las riquezas; entre el amor a Dios y a Mamón (Mt 6:24)].

Sin embargo, el verdadero creyente no tiene sus ojos en las cosas de este mundo, y no es amigo de ellas (1Jn 2:15). El creyente verdadero tiene sus ojos en la cruz de Cristo, a quien debe su regeneración espiritual, y de quien espera la redención prometida.

En el estudio Las Riquezas y el Cristiano del 1 de Julio de este año, el pastor José R. Mallén explicaba claramente las motivaciones bíblicas para estar alerta en relación al tema: la fascinación por las cosas materiales pueden llegar a desviar una adoración a nuestro Dios que debe ser absoluta, sin la mas mínima reserva.

En el estudio, el pastor Mallén señalaba también cuánto nos puede llegar a afectar racionalmente la presión social que recibimos por el materialismo, el mercurialismo, y mas contemporáneamente acuñado: el consumismo. El creyente atento a las vanidades que ofrece este mundo tornará su corazón paulatinamente insensible al Espíritu Santo en su vida, el cual se hace manifiesto a través de las Escrituras, de los demás miembros del cuerpo de Cristo, y de la iglesia a la cual ha sido añadido.

Un creyente debe buscar un equilibrio en la manera de administrar los bienes que Dios ha puesto en sus manos. Como extremo, cualquier crítico plantearía: "Entonces el cristiano debe aislarse por completo en una mazmorra, en un islote o en una recóndita selva y evitar contacto con todo tido de materialismo y consumismo?". Suficiente como referencia de los amish menonitas de Ohio, pero no debe ser el comportamiento del cristiano consciente de que vive en este mundo; milita en el, no para el. No pertenece a el.

El proceder consumista riñe con la doctrina del contentamiento cristiano: “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto, porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados por muchos dolores” (1Tim 6:8-10).

Paz y gracia a cada uno.


Copyright
© Por Santiago Peralta.
http://www.eseperalta.blogspot.com. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro y sin alterar su contenido. No es necesario mencionar el autor o la fuente.

1 comentario:

Kenia Jaquez dijo...

Santiago, gracias por el enlace al estudio del pastor José R. Mallén, realmente muy bueno para reconciliar a una con los valores que no debemos perder ante la realidad de un mundo materializado. Gracias por tu artículo. Feliz Año!

K.