10 jul 2019

¡QUE RESPONDA LA BIBLIA!: ¿Qué hace que la Biblia sea tan especial?

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ANTE TODO, SU AUTOR. Fue Dios quien inspiró la Biblia (2Tim 3:16a) "Toda la Escritura es inspirada por Dios". Un escrito que habiendo sido inspirado por intereses humanos alegue una autoría divina, pero que a la vez condene al hombre mismo que ideó la trama y, sobre todo, deje tan mal parado ante la historia al pueblo desde donde vino tal inspiración escritural –el pueblo de Israel–, sería un escrito fuera de toda coherencia. En tal caso debió ser una conspiración de al menos 1,500 a 1,700 años; sin la posibilidad de registros y códices vinculantes que concitara a una diversidad tan amplia de hombres con trasfondos sociales tan disímiles, como pastores de ovejas, pescadores, sacerdotes, médicos y reyes, una cantidad de más de 40 escritores, y los integrara a todos a un plan macabro para redactar un libro por el cual regir los principios éticos de la humanidad desde el punto de vista de los judíos, por solo hablar del aspecto terrenal de Las Escrituras. Tal posibilidad sería un absurdo sin precedentes, y de existir esa conspiración debiéramos llamarla justamente la "soberanía de Dios" para mover a hombres comunes a registrar en libros, durante tantos siglos, Su perfecta y santa voluntad, corroborada por escritores tan tardíos como los del final del 1er siglo de nuestra era; y luego mover a hombres para identificar y discernir entre lo inspirado y lo espurio, para luego compilar el canon de las Escrituras. En aplastante conclusión, no fue autoría humana. Dios es el autor de las Escrituras.

LUEGO, SU COHERENCIA A PESAR DE LA DIVERSIDAD DE ESCRITORES. La manera sobrenatural como vemos el cumplimiento en el Nuevo Testamento de palabras dictadas en el Antiguo Testamento, siglos antes. La manera en que no solo vemos profecías cumplidas, sino docenas de conceptos veterotestamentarios diferentes sustentados por principios y verdades neotestamentarias de los cuales aquellos eran modelo, habiendo transcurrido literalmente miles de años. En relación a la muerte de cruz del Señor Jesucristo, por ejemplo, se cumplieron aquel día más de 28 profecías, solo en el contexto de sus juicios, su crucifixión, muerte y resurrección. Pero la Palabra de Dios provee más de 300 referencias sobre el señalamiento profético de un Mesías, y ofrece características para que este pudiese ser identificado entre los hombres. ¿Cómo explicar la exclusión del Señor Jesucristo de un procedimiento normal a manos de los romanos para terminar de dar muerte a los crucificados, como era el romper los huesos de sus piernas para que no pudieran tomar aire y respirar, muriendo así en pocos minutos de asfixia? ¿Consideraron ellos como proféticas las palabras en Salmos 34:20? Si fuere así, ¿Estuvieron los romanos interesados en que se cumpliera esta profecía? La coherencia en la Palabra de Dios es sobrenatural, haciéndola una especial revelación para Su pueblo.

FINALMENTE, SU PRESERVACIÓN HASTA NUESTROS DÍAS. La manera en que Dios se ha empleado para preservar Su Palabra revelada es igualmente asombrosa y digna de análisis. Miles de años han pasado, a pesar de los esfuerzos por destruirla, constituyéndose en uno de los testimonios más asombrosos de la verdad de las Escrituras. "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mat 24:35), y aseguró que Su Palabra se difundiría por todo el mundo: "Este evangelio del reino será predicado en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin" (Mat 24:14). El descubrimiento de los rollos del Mar Muerto confirmó que todavía tenemos el mismo Antiguo Testamento que fue originalmente redactado. La supervivencia también de miles de manuscritos del Nuevo Testamento confirma que se preservaron providencialmente. Por el contrario, pocas copias han sobrevivido de casi todos los otros libros clásicos. La Palabra de Dios sobrevivió a pesar de intensos esfuerzos para destruirla, como el llevado a cabo en el 175 aC por el rey de Siria, Antíoco Epífanes, quien ordenó a los judíos destruir, so pena de muerte, sus Escrituras y adorar a los dioses griegos. Judas Macabeo salvó los libros y lideró una revuelta que ganó la independencia de la nación judía. O aquel esfuerzo a manos del emperador romano Diocleciano, cuya orden de prohibir el cristianismo, matar a sus líderes y quemar sus Biblias infringió un duro golpe en la disponibilidad de los textos sagrados. Como un signo de la providencia de Dios, el próximo emperador, Constantino, legalizó el cristianismo y pagó cincuenta nuevas copias manuscritas de la Biblia. Las Escrituras no solo se han conservado, sino que se han traducido a más de dos mil idiomas (antiguos y modernos), y muchos de los manuscritos más antiguos conservados incluyen traducciones que muestran que la Palabra de Dios se estaba extendiendo desde el principio, y su mensaje se ha conservado conforme a la inspiración original de parte de Su Autor: el Dios de la Creación.

© Por Santiago Peralta. http://www.eseperalta.blogspot.com. Usted puede reproducir y/o distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin que se altere su contenido y se incluya este párrafo en la reproduccíon.

6 jul 2019

GÉNERO Y SEXO: Una discusión que debe ser afinada


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Cuando decimos que los propulsores de la ideología de género hacen daño al pretender establecer la identidad sexual del individuo a partir del género y no a partir de las características genotípicas y fenotípicas que definen la identidad sexual, pudiéramos estar enviando sutilmente el mensaje de que ambos, género y sexo, debieran considerarse en el mismo plano conceptual, cuando la realidad de ambos conceptos es que no ocupan el mismo plano. Las características fisiológicas y genéticas que definen nuestra identidad sexual pertenecen a un nivel fundamental, a un nivel primario, a un nivel concreto y objetivo de nuestra naturaleza, y que permea hasta impactar otros niveles, como son nuestros roles sociales, familiares, etc.

Pero, justo en esa brecha, cuando decimos que no es lo mismo, y que el ser humano no tiene género sino sexo, pudiéramos dejar el campo abierto para que los ideólogos progresistas de la revolución sexual introduzcan el concepto de deconstrucción social del género, incluso sin que hubiere intensión (por imposibilidad natural, por más procedimientos quirúrgicos desarrollados) de impactar la realidad sexual del individuo. Si no tenemos cuidado, dejamos espacio para que redefinan el género sin tocar el sexo, y nuestra batalla debe desarrollarse partiendo de ambas cosas: que no es lo mismo género y sexo, pero que al mismo tiempo es un error adoctrinar ideológicamente el género al margen del sexo, porque el responsable de definir nuestro género son nuestras características sexuales biológicas.

En otras palabras; NO, género y sexo no son lo mismo; pero eso no le deja libertad a ninguna ideología para disponer de la definición de nuestro género. Porque a fin de cuentas SÍ, tenemos género y tenemos sexo; ambas cosas, pero el sexo predomina de manera natural, e impone sus definiciones fundamentales al género. Nuestro género descansa en la tipificación sexual de nuestro organismo.

De hecho, según la OMS el género se trata de una "construcción social" y no de una separación de roles natural e inherente a la condición biológica de los sujetos —características anatómico-fisiológicas—, por lo que, continúa definiendo la OMS, "la analogía o sinonimia semántica entre los términos «género» y «sexo» es errónea".

Entonces, si la OMS dice que no son sinónimos, con la intención de poder redefinir y deconstruir, y los cristianos también decimos que no son sinónimos, pero con la intención de que lo que prime sea la condición genética y natural del sexo, entonces debemos tener mucho cuidado con las argumentaciones. Se debe tener muy claro el porqué ambos grupos decimos lo mismo, "que no son sinónimos". La batalla no es, entonces, para establecer si son términos análogos o no, sino para establecer las razones por las cuales la ideología de género dice que no lo son, y las razones por las cuales los cristianos decimos que no lo son.

Como ha sucedido con el arcoiris, la agenda LGBT nos ha arrancado de las manos el concepto de género y, apropiándose de él de forma errónea y para fines erróneos, hoy tememos al uso del término y lo satanizamos en plena ignorancia de su significado epistemológico.

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